El trípode resiliencia, bienestar e inteligencia emocional permitirá tener una visión amplia y compleja del acompañamiento a poblaciones expuestas a grandes adversidades y situaciones traumáticas; así como la aplicación práctica en la vida cotidiana personal y familiar. El personal de primera línea en salud, participante en este espacio académico, podrá apropiarse de una base teórica pertinente para lograr ser promotor o tutor de resiliencia en los ámbitos y contextos complejos en los cuales desarrolla su acción de atención en salud, además de aprender a manejar herramientas para registrar todos los aspectos de la realidad, que ponen a prueba la integridad, la salud y el equilibrio individual y/o colectivo, y que es preciso tomar en cuenta para generar procesos dinámicos de resiliencia.
La resiliencia no es un proceso extraordinario que algunos puedan poner en marcha en situaciones extraordinarias; todos los individuos tienen potencialidades resilientes (Delage, 2010:113). Sin embargo, la puesta en marcha de estos procesos no se da de manera mágica, requiere de motivadores intrínsecos y extrínsecos al sujeto. Uno de estos factores lo constituye el ámbito de las creencias culturales y religiosas. “Los pocos trabajos existentes sobre resiliencia familiar y social destacan la fuerza de las convicciones, la importancia de las creencias culturales y religiosas, pero lo cierto es que, aunque claramente identificado, este campo se ha estudiado muy poco” Delage, 2010:114).
Según este autor, un freno a los estudios que relacionan resiliencia y creencias religiosas es el materialismo científico de occidente que deja de lado cualquier argumento que lleve a los investigadores a interrogarse por esta dimensión humana. Sin embargo, una tragedia, de la índole que sea, provoca en quienes la viven o la han vivido un cierto “posicionamiento existencial”, que pone en juego las creencias religiosas implícitas o explicitas. La resiliencia supone una actitud esperanzadora, una confianza activa en la construcción de un futuro mejor, que haga posible que el sufrimiento se transforme en vida.
La resiliencia es en sí misma una dinámica propia del ser humano, pero deben darse procesos de acompañamiento para poder desplegarla en plenitud. Uno de los grandes enemigos de esta capacidad humana es la llamada ‘sociedad del confort’, donde se ha desarrollado una sobre-evitación del displacer, buscando respuestas en el exterior y “comprando” lo que nos hace falta para ser felices. Esto ha llevado a un aumento de la vulnerabilidad y una menor capacidad resiliente aumentando, por ejemplo, los casos de suicidio en los adolescentes y el consumo de sustancias psicoactivas.
La resiliencia propone un giro a la sociedad del ‘bien-ser’ donde se retome la educación en los valores como guía de la vida; esta enseñanza no solo debe realizarse desde el aprendizaje racional de ellos, sino desde el vivencial, porque los valores se viven en la cotidianidad y esto es lo que atrae a las personas a una vida plena de valores. Viktor Frankl propone que el sentido situacional de la vida se descubre en esa vivencia de valores de la cotidianidad, que permiten llenar las vivencias de sentido y poder observar hacia atrás y descubrir satisfacción en el camino recorrido, alcanzando una vida plena con sentido y proyectos de vida orientados a la trascendencia.
Cuando abordamos el bienestar nos encontramos con autores que lo sitúan en los modelos multidimensionales. Carol Ryff (Citada por Garassini, 2018) identifica seis dimensiones a tenerse en cuenta: 1) Control ambiental; 2) crecimiento personal, 3) propósito de vida; 4) autonomía; 5) autoaceptación y 6) relaciones positivas con otros.
Este modelo considera las teorías del desarrollo humano óptimo, el funcionamiento mental positivo, las teorías del ciclo vital y las variaciones según sexo, edad y cultura, resaltando la importancia de la interrelación entre las experiencias positivas y negativas para el bienestar considerando la valoración personal, los logros y beneficios que se obtienen de cada experiencia vivida (p.19).
El sentido de vida, tema central de la logoterapia o terapia del sentido se encuentra integrado en variadas teorías del bienestar, siendo uno de los cinco pilares de la teoría del bienestar de la Psicología Positiva (además de las emociones positivas, experiencias óptimas, relaciones interpersonales y los logros), así como el modelo de Carol Ryff. De igual manera el sentido de vida constituye un elemento de vida en los procesos de Resiliencia (Garassini , 2022).
Para Goleman, la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones. Este autor hace unos aportes muy importantes que tendrán lugar en el recorrido que proponemos. Las cinco habilidades emocionales señaladas por el autor serán fundamentales en este curso: 1) Conciencia y regulación de las propias emociones; 2) Autoestima, confianza y motivación; 3) Empatía; 4) conciencia de las emociones de los demás; 5) Habilidades sociales, de vida y bienestar.
Buscaremos garantizar la constitución de espacios de resiliencia (persona, familia, grupo, institución, comunidad, sociedad, mundo) y de vínculos positivos entre ellos, para que se conviertan en verdaderos canales de interacción y crecimiento, en los que existan vinculaciones con los otros, ya sean con los que coexisten o con otros sujetos del pasado rescatando la historia, y del futuro con la capacidad para proyectarse hacia una verdadera cultura del cuidado del otro y su salud integral, superando la mirada patologizante o la búsqueda de sanar síntomas para promover un mirada salugénica.
Considerando a las distintas miradas disciplinares que “son las que pueden garantizar acciones personales e intervenciones profesionales mejores y más efectivas, a la hora de abordar la complejidad de la realidad, que no admite posicionamientos categóricos a la hora de gestionarla, para que efectivamente se tenga éxito, se promueva un mejor desarrollo humano y sociocultural y se cumpla con el fin último de la gestión, que coincide con el de la innovación: hacer que las cosas pasen.” (Tartakowsky Pezoa et al, 2020, en “La Resiliencia Sociocultural del SXXI: el desafío de nuestro vuelo colectivo para co -transformar la realidad”).